1.1. La sensación de profundidad.

Ante un cuadro barroco se suele tener la percepción de que las figuras no están en un lienzo plano, sino que ocupan un espacio y tienen volumen. Esto se consigue jugando con los primeros y segundos planos, o con pequeños recursos como la colocación de los cuerpos, los gestos de las manos, algún personaje que da la espalda al espectador... ¿Que no lo entiendes? Pues entonces casi mejor lo vemos en un par de cuadros de nuestro mayor genio de la pintura, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660).

Las meninas. 1656

En este retrato cortesano de una infanta real española con sus ayudas de cámara, Velázquez consigue darnos la sensación de que miramos por una ventana hacia el interior de una habitación. En el primer plano (1) una esquina del lienzo, luego las figuras que retrata el pintor (2), detrás el propio pintor y dos personajes que observan (3), al fondo una pared con cuadros (4), y todavía se abre una puerta hacia unas escaleras desde donde alguien mira la escena (5). La infanta parece que nos mira, pero ¿hacia dónde mira exactamente? ¿Hacia dónde mira el pintor? En el momento de mirar el cuadro tú y yo estamos dentro de un espejo en el que se refleja la habitación con todos sus elementos. ¿Hay o no hay sensación de profundidad con este juego de planos cada vez más alejados?

Las Meninas, obra de Diego Velázquez (1656-1657)
Imagen de Calliopejen1 en Wikimedia Commons bajo Dominio Público

 

 

La rendición de Breda o Las lanzas, de Diego Velázquez (1634)
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Otro ejemplo de profundidad con pequeños detalles lo podemos ver en el famosísimo cuadro de Velázquez La rendición de Breda, también conocido como Las lanzas, fechado en 1635.

En este caso la sensación de profundidad se consigue con el recurso a la mirada de los caballos y con la postura del caballo del primer plano, que nos muestra la grupa y parece moverse hacia dentro del cuadro.