2.6. Dos retratos neoclásicos.
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Retrato de Carlos IV de España como Prícipe de Asturias,
obra de Anton Raphael Mengs (hacia 1765) Imagen de Sir Gawain en Wikimedia Commons bajo Dominio Público |
Carlos III de Borbón fue un monarca absolutista, pero ilustrado. El pelucón barroco de Luis XIV de Francia, su bisabuelo, no le iba mucho. Mejor y más cómodo el peluquín corto. La ropa adecuada para ir de caza, sin excesiva floritura (aunque alguna). La pose serena y el fondo, una vez más, como si fuera un cartón pintado en vez de un paisaje natural. ¿Has visto qué azul de cielo tan perfecto y tan irreal? La ropa se resuelve prácticamente con tres colores planos. Es la estética neoclásica, y es el sentido ilustrado y racional del gobernante.
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Napoleón Bonaparte como Cónsul, obra de Ingres (1803)
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Es la imagen del hombre que en 1803 dirige los destinos de Francia, pero no es un monarca absoluto. Todavía no es emperador y gobierna Francia con el mismo título que usaban los gobernantes de Roma antes de los emperadores. Julio Cesar, por ejemplo, también fue Cónsul. Pero Napoleón se retrata como un ciudadano y sin los símbolos tradicionales del poder absoluto de los reyes. No hay trono, sino un asiento confortable. No viste ropas lujosas, sino un traje de burgués acomodado. En su mesa papel y pluma, como corresponde al gobernante que tiene que recibir información y transmitir órdenes. Sólo una espada nos recuerda que, aunque vaya de paisano, es un militar.