El legado del conocimiento
Por Luis Castellón
Cuando se establecen oficialmente los Institutos en Marzo de 1.845, el entonces Instituto Provincial de Granada figura en tercer lugar en la primera relación aparecida en la “ Gaceta de Madrid “, hoy conocida como Boletín Oficial del Estado. Dado que la Universidad había quedado con un prestigio discutible tras los años de reinado de Fernando VII, no fueron pocos los Catedráticos de Universidad que decidieron trasladarse a este nuevo segmento educativo creado por la conocida “ Ley Pidal “. Esta es la procedencia de D. Rafael, sevillano de nacimiento y que procedía de la Universidad de Zaragoza.
Hombre rectísimo y posteriormente próximo al krausismo, en su larga estancia en el Instituto fue varias veces director del mismo, no es coincidencia que cada vez que el gobierno era conservador cesaba en el cargo para ser repuesto en el mismo cuando el color político nacional era progresista. Curiosamente siempre figuraba como miembro del equipo directivo dado el respeto que se le profesaba como miembro del Instituto.
En uno de sus momentos de director, en la apertura de curso 1.872 a 1.873, hizo una apología de las entonces recientes tesis de Charles Darwin, entonces conocidas como El transformismo. Previamente, en sus libros, ya apuntaba, basándose en especial en las ideas de Haeckel, la no inmutabilidad de las especies, pero aquél discurso le valió ni más ni menos que la excomunión pasando por uno de los episodios más tristes de la Historia de Granada: El 23 de Octubre de 1.872, a los pocos días de la apertura de curso, el Arzobispo de Granada, le incoó una Censura Sinodal en la que se le excomulgaba y sus libros pasaban al Índice de libros prohibidos, exhortando a los poseedores de los mismos a entregarlos al párroco o al confesor salvo pena de excomunión. En la Plaza de las Pasiegas, frente a la Catedral, se hizo una pira con los libros recolectados. Es una de las causas por las que su persona no es suficientemente conocida fuera de los círculos de la Historia de la Ciencia en los que tiene un prestigio indudable en lo referente a la España decimonónica: no sólo figura en numerosos estudios, sino que fue objeto en los recientes años 70 de la tesis doctoral de Diego Núñez de la Universidad Complutense.
Amplió y perfeccionó lo referente al Transformismo, elaborando un trabajo muy minucioso que presentó en el Ateneo de Almería siendo ovacionado y premiado, y que posteriormente, en 1.883 publicó en Granada con prólogo de José Echegaray. Una joya en la que se manifiesta totalmente respetuoso y conciliador en lo referente a Ciencia y Fe y sin intentar transgredir dogmas católicos de ningún tipo, por lo que no me resisto a transcribir de las conclusiones de este volumen los siguientes párrafos, imprescindibles para un somero conocimiento de este Catedrático:
“…. Por eso debemos ser cautos siempre en rechazar doctrinas científicas aunque parezcan extrañas y en contradicción con las creencias tradicionales, por lo cual conviene recordar a los creyentes mismos las palabras de dos grandes lumbreras de la iglesia católica. << Si encontramos, dice San Agustín, algo que pueda interpretarse, en la Divinas Escrituras, de diversas maneras, sin injurias para la fe, es necesario guardarse bien de adherirse con temeridad por una afirmación positiva á una ú otra de estas opiniones, porque si más tarde la que hemos adoptado llega á reconocerse como falsa, nuestra fe se expone a sucumbir con ella: se veria entonces que nuestro celo tenia por objeto, no tanto defender la doctrina de la Escritura Santa, como la nuestra, en lugar de tomar la doctrina de la Escritura para con ella formar la nuestra >>. El doctor angélico, la luz de la escuela, Santo Tomás de Aquino, haciéndose cargo de la exégesis del obispo de Hippona dice: << En las cuestiones de este género, según enseña S. Agustín, hay dos cosas que observar. En primer lugar, la verdad de la Escritura debe ser inviolablemente sostenida. Segundo, cuando la Escritura admita diversas interpretaciones, no debemos adherirnos á ninguna con tal tenacidad, que si la que nosotros hemos supuesto ser la enseñada por la Escritura, llegase á demostrarse que era manifiestamente falsa, persistiéramos, sin embargo, en sostenerla por temor de exponer el texto sagrado á la irritación de los infieles y separarlos del camino de la salud>>.
Y a los que pretenden que la ciencia profana es irreligiosa, les diremos con el gran pensador H. Spencer, que no es la ciencia sino la indiferencia por la ciencia la que es irreligiosa."
Compruébese el talante conciliador en estos extractos del volumen citado. A pesar de todo prevaleció lo que recoge Needham en cuanto a la resistencia de las religiones ( generaliza ) a admitir novedades científicas que supongan, según ellas, una rectificación en sus postulados, ya que lo interpretarían como una erosión en el poder.
La bondad personal y científica de nuestro antecesor se reflejó en la prensa de la época en varias ocasiones, y en especial en su muerte en Mayo de 1894 siendo director del Instituto, los artículos de El defensor de Granada y de El popular, este último por ejemplo, publicaba el 14 de Mayo de 1894 la siguiente necrológica:
….” Ha sido el maestro de casi toda esta generación, que le profesaba extraordinario cariño y que admiraba su claro talento y su vastísima ilustración. Más que catedrático era el Sr. García y Álvarez un cariñoso amigo de sus discípulos, que buscaban siempre su agradable compañía; la hora de la cátedra de Historia Natural era esperada con verdadero deseo por cuantos tenían necesidad de asistir, y los días en que se verificaban ejercicios prácticos constituían para todos fiesta por el placer y la enseñanza que en dichos paseos obtenían, siendo muy frecuente encontrar por los alrededores de la ciudad al sabio catedrático rodeado de algunos de sus alumnos y muchas personas ajenas a la enseñanza oficial, que asistían a aquellos agradables paseos para disfrutar de la compañía del maestro y aprender sus explicaciones “.
Fue en los periodos en los que ostentó la dirección del Centro, cuando, según las Memorias del Instituto, disparaba su labor de dotarlo de material científico y bibliográfico. Defendía la idea de que no se puede amar lo que se desconoce y de ahí su preocupación por dotar al Instituto de todo tipo de material que, en el caso de las Ciencias Naturales, se veía estimulado por la corriente decimonónica del afán por el coleccionismo, muy influida por el afrancesamiento en este campo. Buena parte del material que se exhibe en la actualidad procede de casas francesas, tanto las colecciones como el de laboratorio, lo que se considera arqueología científica.
Surge el interrogante de la financiación para estas adquisiciones. Al respecto consideraremos que la financiación de los Institutos de la época venía de tres fuentes, al menos en el de Granada: La Diputación, el Rectorado y el Arzobispado; si bien éste último lo hacía en especie cediendo el local donde estaba instalado el Instituto, el hoy Colegio Mayor San Bartolomé y Santiago, y muy reticente, según consta, a cumplir con aportaciones monetarias.
Por otra parte una somera visión de dicho material sugiere de todas formas fuertes desembolsos. Algo influiría un dato hasta ahora no expuesto, y era su pertenencia a la masonería, a la francmasonería, de García y Álvarez, que con el nombre de Buda, fue miembro de la Logia Lux in excelsis, llegando a conseguir el grado 33. Si a su prestigio personal se añade esta condición, y que en la Europa de la época era muy frecuente entre la intelectualidad la pertenencia a la masonería, entre ellos era muy fluido el intercambio de este material. Sirva un ejemplo registrado al respecto: la colección de trescientos semilleros en ampollas de vidrio soplado que se adquirió al Real Jardín Botánico de Madrid en 1877 por la cantidad de sesenta y siete pesetas. Cabe pensar que era el precio de la época. Nada más lejano, ya que los gastos en enviar a un mozo a Madrid a recogerlos supusieron más de ochenta pesetas en el viaje. Lógicamente la relación personal con el Jardín Botánico superaba los costes reales de lo ajeno a la masonería. Pudieron ocasionalmente influir también otros factores como su militancia política primero en el partido radical y posteriormente al republicano progresista, así como su condición de concejal en 1.885.
En la comunidad científica de la época era persona indiscutible y admirada, como demuestra su amistad con D. Antonio Machado y Núñez, ex profesor de la Facultad de Medicina de Sevilla y catedrático del Instituto Provincial de Sevilla, hoy Instituto San Isidoro, y abuelo de los hermanos Machado, así como la influencia sobre el que sería unos años más tarde catedrático del Instituto de Málaga, D. Gregorio Martínez y Aguirre, ambos difusores del Transformismo de Darwin junto con D. Rafael.
Conservamos, amén del material, una Memoria redactada por él en 1.888 que precede al Catálogo de Historia Natural y en el que figuran más de diez mil elementos entre naturales ( rocas, minerales, animales, plantas y fósiles), e instrumentos científicos y didácticos. En la actualidad están exhibidos unos cuatro mil quinientos. La Memoria, no sólo expone sus ideas sobre enseñanza, bellísimas por cierto, sino que refleja la historia de la misma en la España de la época y concretamente lo referente al Instituto de Granada.
En la actualidad se exhiben unos cuatro mil quinientos elementos de dicho Catálogo, quedando otros muchos elementos pendientes de restauración, de clasificación y de una ubicación idónea. No se trata de exhibir por exhibir sin orden, sin sistemática científica, y sin estética.
A la muerte de D. Rafael, las obras del edificio actual estaban en su inicio, y ya en el siglo XX hay que destacar a otro catedrático de la asignatura, D. José Taboada que igualmente aportó luces a lo que nos ocupa.
Incrementó sobretodo el material de investigación y bibliográfico, contribuyó entusiastamente a que parte del mismo, junto con parte del instrumental de Física y Química fueran trasladados a la Exposición Universal de Barcelona, en la que se le premió al Instituto con medalla de oro por la calidad de lo expuesto.
Por otra parte, impulsó la creación de una “ Estación Alpina “ en Sierra Nevada en el Collado de la Sabina, como complemento científico a las actividades del Instituto. Injusto sería omitir la colaboración desinteresada del arquitecto D. Fernando Wilhelmi que a la par de ser el responsable de la terminación y verja del actual Instituto, se comprometió en este proyecto. Como al parecer, D. José Taboada era un hombre de economía desahogada, parte de la compra de la parcela la sufragó el mismo para cederla posteriormente. Historia sumamente curiosa sobre la que estamos recabando datos, con las dificultades lógicas, ya que hablamos de hechos ocurridos en 1.920.
Inmediatamente después de la guerra civil la historia se repite y alrededor del mismo eje: la Evolución y el Darwinismo. D. José Taboada establece una fuerte polémica a través de la prensa como defensor de la misma frente al arzobispo de Granada y esto le cuesta una situación insólita: se le suspende de empleo pero no de sueldo y se le exilia a Málaga. Allí se transforma desde la imagen aristocrática en Granada a una especie de existencialista que acude todos los días en el recreo al Instituto Nª. Sra. de la Victoria a mantener contactos con antiguos conocidos. Iba en pantalones cortos y con un canasto de frutas lo que suscitaba la curiosidad del alumnado de la época ( personalmente fui testigo de lo que relato en los años 50 ).
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D.Luis Castellón
Director del museo |
Ciento sesenta años de existencia del Instituto suponen una fuerte experiencia reflejada en parte en el Museo, pero no olvidemos que significa una ayuda al conocimiento que, como decía García y Álvarez, es la llave indispensable para la interpretación y disfrute de aquello que nos rodea. |